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21-08-2019

Alba Rico: “La izquierda no debería asociar ‘derechos' al control de las fronteras”

El filósofo y escritor Santiago Alba Rico. / Cedida

SURda

Opinión

España

Notas

Sato Díaz

 

Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) publicaba el pasado mes de mayo el libro Última Hora , una recopilación de los cuentos leídos en el programa radiofónico dirigido por Javier Gallego, Carne Cruda . Más que cuentos, en realidad son noticias y reseñas falsas de situaciones posibles, pero no realidades.

Con motivo de la publicación de este libro, hablamos con este colaborador de cuartopoder.es , ensayista, escritor y una de las voces críticas más relevantes del panorama intelectual español. El panorama de las izquierdas, Europa, la investidura... Alba Rico responde a nuestras preguntas.

– Sus cuentos en Carne Cruda , en la radio. ¿Qué debemos conservar de la transmisión oral de las historias? ¿Qué aporta la oralidad en un mundo como el de hoy? 

– Nuestra cultura ya no es “libresca”, como la que describió Steiner, pero tampoco oral, como la que anticipó McLuhan. Los libros primero y ahora la televisión están dejando paso a una cultura dominante compuesta de pequeñas frases e imágenes fugitivas: un aluvión de pequeñas frases y de imágenes fugitivas que configuran, si se quiere, una cultura “taquigráfica” con poco espacio para el pensamiento y para la imaginación. La voz es fundamentalmente carnal y el último refugio de la voz -valga decir de la carne- es la radio. No sé si Javier Gallego pensaba en esta conexión al llamar Carne Cruda a su programa, pero lo cierto es que es un nombre muy atinado que define no sólo su emisión sino el medio mismo.

El pensamiento ha sido ya derrotado, pero aún podemos ser salvados por la imaginación, que es -como explico siempre- lo contrario de la fantasía. El medio “taquigráfico” es un medio básicamente “fantasioso” y abstracto; la radio, porque tiene voz y, por lo tanto, carne, un medio, al contrario, “imaginativo”. Las frases cortas no “piensan” nada; las vertiginosas imágenes solubles no “imaginan” nada; ni unas ni otras recuerdan nada. Hace falta voz; hace falta carne. Eso es lo que la oralidad -en las relaciones eróticas y en las mediáticas- puede aportar en estos momentos: imaginación contagiosa.

– Aún así, los ha recopilado en un libro. ¿Qué destacaría del mismo para un posible futuro lector?

– Por formación y vocación soy un hombre “libresco”. Mis textos fueron escritos antes de ser leídos y, aunque fueron escritos para ser leídos (y leerlos en voz alta los pone, por así decirlo, en medio del mundo, con una extraña objetividad tangible), estaban inscritos desde el principio en el orden de la escritura. El formato me obligó a una sana y poética economía verbal que agradezco y que también agradecerán los lectores más jóvenes.

En cuanto a destacar algo del libro, soy un pésimo promotor de mi obra. El libro está compuesto de noticias y reseñas falsas; y quizás hoy prefiero las reseñas. He reseñado algunas obras inexistentes que merecen existir y que tal vez escriba en el futuro. Son seguramente las menos directamente políticas. Tanto las noticias como los cuentos, en todo caso, operan como microrrelatos o cuentos comprimidos, algunos casi líricos y otros casi panfletarios. Quiero creer que este “casi” los salva a casi todos.

En el último artículo que publicó en cuartopoder.es , hablaba de la investidura fallida de Sánchez de una forma muy crítica con PSOE y Unidas Podemos. Parece que, desde entonces, se ha avanzado poco… 

– Soy muy pesimista al respecto. PSOE y UP no son potenciales aliados sino encarnizados enemigos, y ello no obstante la presión negociadora de sus respectivos votantes. La relación de fuerzas es favorable a un Sánchez “muy de régimen” que, llegado el caso, preferiría entregar el gobierno a la derecha radicalizada en unas nuevas elecciones si con ello consigue hegemonizar de nuevo la “izquierda”, condenando a UP a una supervivencia residual en el Parlamento.

Creo que, aparte de sí mismo, el mayor enemigo de UP en nuestro país es el PSOE. Como, en todo caso, el mayor enemigo de UP, junto al PSOE, es el propio UP, me temo que Pablo Iglesias no hará la única cosa sensata que puede hacer: facilitar la investidura sin muchas condiciones (o con condiciones solo programáticas) y con un “relato” de responsabilidad, y de denuncia serena y contundente, que ilumine la pusilanimidad y trapacería de Pedro Sánchez respecto de sus propios votantes.

En otro de sus últimos artículos , tras las elecciones generales, comentaba que “hemos evitado por el momento que gobierne la derecha radicalizada; no es poco, pero eso es todo”. Y afirmaba que “más allá del 26M, de lo que hagamos durante esta prórroga dependerá el futuro de España”. ¿Cuáles son los principales retos que deben abordar las izquierdas? 

– En una situación como la que acabo de describir, si en España hubiera una ultraderecha inteligente (como la hay en Europa) la izquierda habría desaparecido ya, como ha ocurrido, por ejemplo, en Italia. Lo que nos salva es que nuestra derecha es aún más necia, torpe, inconsistente y elitista que nuestra izquierda. Aún así dos de las Comunidades Autónomas de más peso político (Andalucía y Madrid) están ya en sus manos.

¿Los desafíos de las izquierdas? El primero obtener esa prórroga. Que el frágil equilibrio que constituye hoy nuestra excepción española se vuelque o no muy deprisa del lado del “fascismo” y de la normalización europea depende de asegurar un gobierno del PSOE -que no lo merece y que lo hará premeditadamente mal- para los cuatro próximos años. Si se obtiene esa prórroga -si PSOE y UP, irreconciliables enemigos, no la impiden- entonces las izquierdas (lo que quiera que sea eso) tendrán que utilizar ese plazo para reunir los pecios del naufragio y organizar con ellos una constelación de fuerzas que, tanto a nivel discursivo como institucional, sea capaz de dar las dos batallas decisivas: la de la seguridad material y psicológica, monopolizada por la ultraderecha, y la de los Derechos Humanos, traicionada por el neoliberalismo.

– Este verano estamos viendo con evidencia el fracaso de Europa ante el drama de la inmigración. Usted vive en Túnez, ayúdenos a entender. ¿Cómo se vive desde allí la política de puertos cerrados de la UE?

– Tras la revolución de 2011, Túnez pasó a ser sobre todo un lugar de paso de los desplazamientos migratorios subsaharianos; pero desde hace dos años los tunecinos, golpeados por la crisis económica y perdidas las esperanzas de cambio, vuelven a coger pateras con destino a Italia. Según una reciente encuesta internacional, los ciudadanos de Túnez son, en términos proporcionales, los que más desean en todo el mundo abandonar su país, lo que da buena medida de las “ilusiones perdidas” tras el entusiasmo de hace ocho años.

A la UE, que sin duda prefiere conservar la frágil democracia alcanzada, le interesa sobre todo frenar los flujos migratorios y controlar la economía, dos objetivos que, recogidos en acuerdos bilaterales muy contestados por la sociedad civil local, minan de hecho la estabilidad democrática. Esta es la paradoja de nuestra UE (que también padecemos en Europa): quiere democracia y, al mismo tiempo, no puede dejar de tomar medidas contra ella. En el actual contexto regional y con la gravísima crisis económica que sufre, es difícil saber cuánto tiempo aguantará Túnez como último asidero democrático de la zona. Los jóvenes que se lanzan al mar iluminan la barbarie europea al mismo tiempo que los límites de las instituciones democráticas tunecinas.

– Vemos un debate en las izquierdas sobre el globalismo, sobre la apuesta de volver al estado-nación para garantizar soberanía popular y derechos. ¿Cuál es su opinión al respecto? 

– La nostalgia del estado-nación tiene que ver con la superstición del territorio como último refugio material en un mundo desmaterializado dominado por las empresas digitales y el capital financiero. Esa nostalgia, por lo demás, es típicamente europea u occidental; y soberanía, en ese sentido, sólo quiere decir “control de las fronteras” (los países de África no han sido nunca estados-nacion y son los occidentales los que controlan, además de su economía, sus fronteras).

En este contexto, el “soberanismo” se traduce inevitablemente, como está ocurriendo, en autoritarismo, xenofobia y racismo; en destropopulismo y neofascismo. La izquierda no debería caer en la trampa de asociar los “derechos” al control de las fronteras. Ni la idea de nación a la de un territorio cerrado y asediado.

– Por último, otro debate en las izquierdas versa sobre la identidad. Sobre si movimientos como el LGTBI o el feminismo alejan el debate de otras cuestiones como el reparto de la riqueza o las cuestiones laborales, la cuestión de clase. ¿Son cuestiones contradictorias? ¿Complementarias?

– Decía el filosofo Terry Eagleton que sólo hay una cosa peor que la identidad y es no tener ninguna. Solo los ricos pueden permitirse no tener identidad sin sufrir. El problema no es la identidad sino con qué nos identificamos a nosotros mismos en cuanto que sujetos de derechos. Si uno se identifica como “blanco” o como “macho” o como “consumidor” y quiere derivar de la blanquitud o de la masculinidad o del mercado sus derechos tenemos ahí una particularidad abstracta que nubla la propia posición, favorable o desfavorable, en las relaciones sociales y económicas. Si una mujer mal pagada o maltratada reclama su derecho a la igualdad y la seguridad o un homosexual su derecho a la libertad sexual y el matrimonio lo que hacen -al contrario- es iluminar un derecho tan universal como lo son el derecho a la vivienda, el derecho a la salud o el derecho a la alimentación.

Son las particularidades del “fascismo” y las del mercado las que “engañan” o distraen, no las reivindicaciones feministas o LGTBI. Por lo demás, el debate izquierdista sobre universalidad/diversidad -que expresa sobre todo la fragmentación objetiva de las clases trabajadoras y las transformaciones efectivas de la explotación capitalista- se plantea siempre en forma de oposición binaria muy tramposa o muy “ideológica”, como si estuviésemos obligados a elegir entre -por un lado- el presunto universalismo de la “clase proletaria” y los viejos aparatos de partido y -por el otro- la multiplicación de los sujetos de derecho, la disolución solipsista de los sujetos colectivos y la reivindicación reaccionaria de cualquier diferencia.

Si nos ceñimos a estos términos, que a veces dominan la discusión, es inevitable escuchar muchas insensateces de un lado y de otro; y columpiarse entre los dos campos contra cada uno de ellos. Pero creo que no es tan difícil acogerse a un sentido común neo-ilustrado que nos permita distinguir entre universalidad e ideología y entre derechos y mercado; entre luchas materiales y luchas partidistas en un lado y entre derechos civiles y deseos consumistas en el otro. Ningún “proletario” puede imponer un modelo de intervención colectiva o de felicidad privada; y ningún ser humano puede reclamar su derecho, por ejemplo, a ser “padre biológico”. Solo a una izquierda derrotada le puede parecer que la culpa de que no se formen sujetos colectivos revolucionarios es del feminismo o del movimiento LGTBI, dos sujetos colectivos, por cierto, bastante poderosos.

Fuente: https://www.cuartopoder.es/cultura/libros/2019/08/20/alba-rico-la-izquierda-no-deberia-asociar-derechos-al-control-de-las-fronteras/

 


 
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